Morir es un permiso. Incluso podría estar muriendo, pero espero que no. Sí, me he estado ocupando de lo necesario. Acabo de intercambiar algunos mensajes de texto con un querido amigo que es abogado y que está redactando un documento que especificará dónde quiero que vaya mi cuerpo. Su último mensaje de texto preguntaba quién recibirá mis restos mortales. Es todo tan informal.
Eso es lo pesado. En una nota más ligera, compraré la mejor botella de vino. Tumbarse al sol, porque la vitamina D es buena para ti y al carajo con las arrugas, no es mi problema. Es hora de, como dijo alguien una vez, sacar la porcelana buena.
La muerte se trata de dejar ir. Y lo soy, en muchos niveles. Empecé a revisar mi armario y todo lo que no me gusta está siendo donado. ¿Qué tan liberador es eso? Y qué irónico que la expectativa de muchos años por delante no fuera todo el permiso que necesitaba.
Así es la vida, supongo. El aprendizaje se produce a un ritmo acelerado en estos días. A veces siento que esto es un poco una broma: la ironía cósmica de que debería descubrir tantas cosas ahora, al ultimate. Otros días pienso bien, ¿y si sigo viviendo, con mis asuntos en orden y mi carga literal aligerada?
Qué liberador.
Qué mucho.
xo
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